LUIS ROYO & ROMULO ROYO
Desde el 18 de marzo hasta el 18 de junio 2021
Las obras de nuestros autores Luis Royo y Romulo Royo es difícil de separarlas de la idea de ir a caballo sobre ellas hacia un viaje lejano, enigmático y envuelto de claves, aderezos y mensajes herméticos. Muchas de estas obras nos acercan a un oriente imaginario, un más allá ensoñado, un refugio para escondernos del mundo cotidiano y cercano.
La nueva exposición de estos artistas en Laberinto Gris gira en torno a esas obras que nos muestran ese oriente fantaseado y esos aderezos sugerentes que nos salpican de niebla y seducción. En la exposición se reúnen sesenta piezas que claramente conducen a ese viaje. Alrededor de cien obras en las que contamos con dibujos y ambientaciones de esos lugares lejanos, realizados con la delicadeza de quien vive sumergido en ese cuento de aromas exóticos, con obras pictóricas de trazos vaporosos que igualmente nos empapan de esos mundos y también incluyendo obras que años anteriores han sido reproducidas y publicadas en sus libros de esta temática.
KOMOREBI, como nombran en Japón a la luz que se filtra a través de las hojas de los frondosos arboles del bosque, nos ha inspirado para que nosotros hayamos ido recogiendo y buscando esa luz sobre esa parte de su producción en la que palpita ese carácter de ensoñación y cuento perdido en el tiempo plasmado en las obras.
En esta muestra os las reunimos en torno a ese título: El Sueño de Luna, Dead Moon Serie Epilogue, Musardu – Goddesses of Nibiru Serie, Lunas Soldier, La Hechicera, Dead Moon Serie Epìlogue, Marte – Tierra, Nimbara – Goddesses of Nibiru Serie, Dead Moon Serie Epilogue, La Princesa, Tokio 2038, Dead Moon Serie Epilogue….. corresponden a esta exposición.
Os dejamos la poesía de entrada al libro Dead Moon en la que los dos artistas colaboraron juntos para, con la atmósfera de ese más allá, penetrar en la exposición.
«Su corazón late al son de instrumentos de cuerda;
Sus brazos se mueven en armonía con el ritmos del tambor.
Eleva las mangas con el inicio de la música;
danza como copos de nieve arremolinándose.
Gira incansable y da vueltas sin parar;
Nada bajo el cielo iguala su velocidad;
Las ruedas de los carruajes son más lentas y ni siquiera
El remolino puede alcanzarla…»